lunes, 23 de noviembre de 2009

La casa mohosa

En aquella casa mohosa se podía escuchar todas las mañanas de domingo a los vecinos emular a un Marvin Gaye y una Tammi Terrell ya entrados en años cantando “Ain't no Mountain High Enough” a capela. Era estremecedor, parecía que aquella pareja nunca discutía, y, a pesar de no ser así, creaban ese momento mágico. Eran otros tiempos, podías ver a los niños en la calle, jugando al basket en aquellas irregulares canchas “despellejarrodillas”, podías encontrar al señor Basquiat levantándose cada mañana entre sus cartones y disponiéndose a ilustrar el mundo con una agradable sonrisa en la boca. En ocasiones, también podías ver al señor Marshall Davis, paseando por allí en uno de sus múltiples viajes. Todo era distinto, era el mundo de la lucha.

Nacías luchando, vivías luchando y morías luchando sin saber si te sirvió de algo, sobrevivir era el objetivo primordial, pero una vez logrado, nadie se conformaba. La calle estaba llena de jóvenes ávidos de saber, ávidos de poder…

Ahora os conformáis, sobrevivir es una palabra ya absurda, eso está más que resuelto antes de vuestro nacimiento. Sois la antología del tedio, solo os movéis para vivir mas cómodos, no disfrutáis de los placeres de la vida, de placeres que incluso un niño de 8 años disfrutaba en aquélla época con paupérrimos recursos. No escalais montañas, no superais retos personales. Sin pena ni gloria, con eso sois… "felices".

Os comportáis como ovejas dentro de un redil, todas igual, sin destacar, sin ser nada especial. Alguna vez he pensado en convertirme en esa oveja negra, la que todo el mundo aparta de sí. Quizá así, apartado de vuestra blanca mediocridad pueda desarrollar una negra genialidad. Quizá así, pueda ser feliz.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

El sastre

Lunes, un pequeño sastre despierta , acude a su pequeño taller arrinconado, lleno de aperos desordenados, y tras respirar un par de veces en silencio, empieza a confeccionar y a los pocos segundos susurra…


… tres, cuatro, el tic tac incansable del general, el cabo y el soldado encerrados tras ese cristal día y noche, iluminados por la luz tenue que silenciosa se cuela por el ojal de la puerta… un solo hilo de luz necesito para coser el vestido de tu sueño, sin agujas que se te claven, sin colores que destiñan, blanca, pura, y con todo el calor que da el estar pegado a tu piel… mil milímetros oculto de la luz con un beso, respiro y cada ápice olfativo se sumerge en lo más profundo de mi y se clava como dardos formados por afiladas rosas rojas…


…y así terminó un día más de rutinario trabajo. Llega a casa, arranca la hoja del calendario del mes pasado y escribe con el corazón acelerado:

Las palabras no las carga el diablo, las enuncia un loco, las transporta el viento y se las cree un tonto.