jueves, 5 de marzo de 2015

Excusatio non petita...

    Por aquella senda fría no venía mas que el viento, y como de costumbre, de esas que no se sabe como comenzaron pero si cuando, caminaba en su contra. De ver este fenómeno natural manifestarse aprendió a colarse entre los hilos de los que pendían las hojas en cada remolino, hilos con los que tejía un vestido ocre y teja convirtiendose en  la princesa del bosque de hayas.

    Un buen día el viento paró, se apresuró a disculparse corriendo de árbol en árbol, llorando mientras el tiempo se hacía mas y mas frio. Su corazón se congeló cuando su última lágrima de cristal impactó con una piedra huérfana, pasaron duros días y noches, todo se cubrió de inmaculado blanco en una boda en la que no era siquiera invitada, era una mera estatua en medio de aquella celebración.

    Un tímido rayo de sol iluminó su cara hasta enrojecer sus mejillas, la temperatura la trajo de nuevo con nosotros, y esta vez desnuda, sobre una mullida alfombra verde, caminaba en calma al ritmo del cantar de los pájaros, se acabó la lucha, caminó en paz.